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Y Wacha se majó el dedo, no se cómo se lo majó, pero el asunto es que por la tarde hizo que todos estuviéramos pendientes de su dedo majado. Pobre, lo tenía inflamado y la uña morada y se quejaba diciendo: - Es que siento el corazón en el dedo, viera cómo me duele!
A mi me parecía exagerado, pero según pasaban las horas, Wacha seguía mencionando su dedo adolorido así que le ofrecí acetaminofén y un poco de anestesia para aliviar el dolor.
Fue entonces que José Luis, muy determinado y autoritario como siempre, le dijo que se dejara abrir un huequito en la uña para que botara la sangre. El huequito se lo haría con un clavo.
Wacha abrió unos ojos grandotes y dijo: - No, no, no. Se puso colorado, más colorado de lo que ya es, y con el dedo majado y la cabeza dijo que no, no, no y que no.
Todos reímos porque nos dimos cuenta que es un pendejo* para el dolor, tal cual un chiquillo, este hombre de más de cincuenta años, le tiene miedo al dolor. No dejaba de verse y sonar divertido.
La cosa es que hicimos tanta presión sobre él que finalmente se dejó tomar el dedo y José Luis, con un clavo previamente esterilizado y a manera de desatornillador, le tomó el dedo con sumo cuidado y muy despacio, suavemente, haciéndolo rotar, le fue abriendo un agujerito a la uña del dedo índice de Wacha.
Le sostenía fuertemente la mano, como para que Wacha no se le escapara, Wacha se estremecía y hacía intentos de quitar la mano, pero se aguantó, colorado y tenso, pero se aguantó. Mientras, varios de nosotros, observábamos la "operación".
Finalmente, brotó sangre y José Luis aprovechó y le apretó el dedo con fuerza para que expulsara lo máximo que se pudiera.
-Ve, Wacha-, dijo José Luis. Ahora si que va a poder dormir en la noche, weon!.
Otro añadió: - Ve Wacha, eso no le hubiera pasado si no tuviera dedo!
Todos reíamos y nos sentíamos contentos de que a Wacha ya el dedo no le doliera.
Wacha sonreía y fue hasta entonces que lo vimos realmente aliviado, casi, casi, como si le hubieran salvado la vida, pero y cómo no... si es el único dedo índice que le queda, jajaja.
Pobre Wacha! Es un alma de Dios!
Walter Araya, vecino de San Jerónimo, mi jardinero y ahora ayudante de la construcción del invernadero. El jardinero más servicial, gentil, bien educado y trabajador que jamás he tenido o podría tener.
Dios te bendiga, Don Wacha!
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* En mi país, decirle pendejo a alguien es decirle miedica, miedoso, cobardica, nada que implique ninguna ofensa, lo aclaro porque se que en otros países de latinoamérica esta palabra tiene otras connotaciones.
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